viernes, 28 de mayo de 2010

Lenguaje, vehículo del pensamiento

En mis prácticas cotidianas cada vez me encuentro con más niños que hablan de un modo peculiar. Utilizan un lenguaje televisivo, neutro como en los dibujitos animados. Expresiones como: “vete, estoy enfadado”, “quiero más pastel”, cometa en lugar de barrilete, púrpura y no violeta y tantas expresiones más, son frecuentes de escuchar en niños pequeños hoy en día. Si bien este puede ser el síntoma de una patología específica, no lo es en la mayoría los casos.
¿Qué lugar le cabe a la televisión en el contexto familiar? ¿Es posible que ésta tenga más peso que la lengua materna? Tengamos en cuenta que hoy, si uno tiene cable, la oferta de programas infantiles es de 24 hs. y, en su mayoría, se trata de programas de origen extranjero y doblados al español en un estilo que poco tiene que ver con el habla de los argentinos.
En mi época sólo teníamos dibujitos animados dos horas por día y nadie debía “jalarnos” de enfrente del televisor para ir a andar en bicicleta.
Recuperar el diálogo en la familia, momentos de encuentro, lectura de cuentos, juegos de adivinanza, rimas, nanas, es una meta a alcanzar a la vez que limitar las horas frente al televisor y ver el contenido de aquello que les permitimos ver.
El lenguaje se adquiere en un intercambio con el contexto y una de sus funciones es la comunicación. Frente al televisor no hay intercambio posible, el niño adquiere una actitud pasiva, sin ida y vuelta.
La comunicación requiere la comprensión de aquello que me dicen y mi aporte adecuado, supone turnos, ritmos, tonos, contexto.
Es por ello que es tan importante la estimulación lingüística en los primeros años de la infancia.
Recordemos que el lenguaje es el vehículo del pensamiento.


Lic. Victoria Mulhall

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